La rodilla
es una de las articulaciones más importantes del cuerpo humano. Soporta nuestro peso y nos permite caminar, correr, saltar y finalmente movernos de manera efectiva. Por la misma razón, es
una de las articulaciones que más sufren y tienen un mayor riesgo de dañar nuestros cuerpos.
Una gran cantidad de personas, tanto atletas como no atletas, tienen una lesión en la rodilla en algún momento de sus vidas, particularmente la rótula, que debido a su situación y función puede verse influenciada por factores genéticos y externos. Entre las lesiones de la rótula más comunes, la dislocación es una de las más comunes junto con la rótula de la condromalacia. En este artículo descubriremos qué puede causar esta lesión y cómo se trata desde una perspectiva de fisioterapia. Para comprender cómo se produce la dislocación, primero debemos saber que la rótula es el hueso que protege la rodilla y la une a los cuádriceps para que podamos doblar y extender la rodilla. Dada la importancia de la rótula para nuestro movimiento, no es sorprendente cuántas lesiones ocurren en esta área, especialmente la dislocación que ocurre cuando la rótula se mueve o deja completamente su propia cavidad. Por norma general, la luxación de la rótula es causada por un fuerte traumatismo que provoca que esta se desplace de su posición habitual, lo que conocemos como luxación directa. Pero también hay otros factores de riesgo de luxación de la rótula:
- Un VMO (Vastus mediales obliquis) débil: Este músculo que forma parte del cuádriceps y que se encarga de mantener la rótula en su posición en movimiento, puede aumentar el riesgo de luxación de la rótula si no es suficientemente fuerte o sus fibras no están adecuadamente orientadas.
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Pies planos: Esta patología produce desalineaciones en todo el cuerpo y esto supone que la rótula pueda desplazarse o hasta salirse fuera de su cavidad.
- Un ángulo femoral (o ángulo Q) más grande lo normal: Este trastorno puede provocar que ambas rodillas estén muy juntas y que, al extender la pierna, la rótula se salga aumentando el riesgo de luxación.
La luxación de la rótula presenta unos síntomas muy parecidos a otras lesiones de la rodilla:
- Inflamación de la rodilla
- Reducida movilidad
- Deformidades provocadas por el desplazamiento de la rótula, que en casos de luxaciones fuertes se hacen visibles a simple vista
- Dolor alrededor de la rótula, que resulta difícil de calmar y que puede acentuarse si a la luxación le sigue una fractura
Un buen diagnóstico es importante, por ejemplo, para descartar una rotura en el ligamento cruzado anterior, entre otras lesiones. Una evaluación del historial médico, un examen cuidadoso de la rodilla y una radiografía suelen ser suficientes para diagnosticar la luxación.
Con respecto al tratamiento, la fisioterapia trata principalmente de controlar las señales inflamatorias descansando, aplicando hielo y levantando la pierna para reducir el flujo sanguíneo y la inflamación. Por supuesto, en caso de dislocación, se debe consultar a un médico lo antes posible, que generalmente prescribe antiinflamatorios para aliviar el dolor y la inflamación. Sin embargo, el papel de la fisioterapia es crucial para la rehabilitación de la transferencia.
En esencia, el papel del fisioterapeuta variará según avanza la lesión y su gravedad:
- Dos semanas después de la lesión: Aplicación de férulas, hielo, vendaje para recolocar la rótula y ejercicios isométricos de cuádriceps para garantizar su fortalecimiento y que la musculatura posterior de la pierna se pueda mover con normalidad.
- De tres a cinco semanas después de la lesión: Ejercicios de fortalecimiento y potenciación del cuádriceps, como extensión de rodillas al borde la cama o sentadillas apoyados en la pared. Esto ayudará a que el paciente pueda soportar sobre la rótula su propio peso y a aumentar la amplitud de su movimiento.
Para aumentar la amplitud de flexión de la rodilla también se recomiendan ejercicios como paseos, natación o ciclismo y ejercicios de propiocepción de la rodilla, cuya intensidad irá en aumento a medida que pase el tiempo. En las últimas semanas de la
rehabilitación, el paciente podrá volver progresivamente a su actividad deportiva normal. Diagnosticar rápidamente este tipo de lesión y seguir al pie de la letra los consejos de un fisioterapeuta en la rehabilitación permitirán que la rótula vuelva a su posición inicial pudiendo recuperar nuestra actividad habitual.
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